Por: Dr. Patricio Ramírez Azócar y Dr. Alexis Vielma Aguilera.
Docentes Facultad de Psicología.
Universidad del Desarrollo.
En una columna publicada en NOS, en julio de 2021, a propósito de los cuestionamientos sobre la salud mental del entonces candidato Gabriel Boric, entre otras cosas se señalaba un tema de fondo e importante de resaltar: los esfuerzos por reducir la discriminación y la estigmatización de quien experimenta transitoria o permanentemente algún trastorno mental.
En política muchas veces se emplea todo tipo de argumentos para desacreditar al adversario. Hay quienes incluso consideran legítimo aludir a diagnósticos psiquiátricos, como ha ocurrido con recientes columnas en diarios y publicaciones en RRSS, que resaltan signos de problemas de salud mental del actual presidente. Y ahí está el problema, pues es muy distinto discutir o atacar las ideas políticas de otro, que atacar a la persona y una condición de salud que no elige tener, por leve o grave que sea. Algo que sucede tanto en el mundo de la política como en la vida de personas comunes y corrientes.
La OMS considera que el estigma es una marca que excluye a una persona de las demás y que disminuye su valor en el grupo social al que pertenece. Tiene un componente cognitivo constituido por los estereotipos (”los locos son peligrosos”), uno actitudinal (“me asusta estar cerca de una persona con un trastorno mental”) y otro conductual discriminatorio (no contratar a alguien con un trastorno mental).
El riesgo de aludir a diagnósticos psiquiátricos en la contienda política de manera peyorativa es una señal negativa para nuestra sociedad, porque se instaura en su estructura la posibilidad de denostar a las personas que presentan un trastorno mental. Esto además se ve potenciado por el uso de canales de información masivos que parecen validar dichos discursos.
¿Cómo enfrentamos entonces esa estigmatización? Para combatirla, la OPS tiene activa una campaña focalizada en cuatro ámbitos: protesta, educación, reformas y contacto.
La primera impulsa a quienes tengan interés, a que se involucren activamente enviando cartas, columnas, peticiones a autoridades o manifestándose públicamente para objetar la discriminación y el estigma. Sobre la educación, se insta a aprender, concientizar y comprender el estigma y sus efectos, así como a eliminar del mundo laboral las etiquetas asociadas a una enfermedad mental. Las reformas se refieren a promover todas las modificaciones legales y políticas que favorezcan la inclusión de personas con alguna condición problemática de este tipo. Finalmente, el contacto alude al intento por cambiar actitudes y comportamientos negativos hacia las personas con problemas de salud mental, haciendo públicas sus historias, y a favorecer las interacciones entre personas con y sin problemas de salud mental. Ello ayudará a entender mejor estas condiciones, de las cuales nadie está libre.
La lucha contra el estigma demanda movilizar muchos recursos, por lo que como sociedad, deberíamos tener una mirada más humanizada y empática frente a las personas con diagnóstico psiquiátrico y no usarlos para descalificar, a priori, las capacidades o habilidades para el desempeño en diferentes áreas.
Es en base a estas estrategias es que se han dispuesto formas de trabajo para reducir la estigmatización, que involucran a personas con diagnósticos psiquiátricos como “expertos por experiencia”, quienes presentan su diagnóstico psiquiátrico y comparten sus vivencias personales con otros. Esta estrategia ha sido considerada en grandes propuestas de intervención, como, por ejemplo, el proyecto Emilia en Europa, que tuvo resultados prometedores en este ámbito. A nivel local, el proyecto Igualmente también logró buenos resultados en la reducción de estigma entre profesionales del ámbito de la salud en la atención primaria en Concepción y Talcahuano.
La lucha contra el estigma demanda movilizar muchos recursos, por lo que como sociedad, deberíamos tener una mirada más humanizada y empática frente a las personas con diagnóstico psiquiátrico y no usarlos para descalificar, a priori, las capacidades o habilidades para el desempeño en diferentes áreas.
Es responsabilidad personal tomar conciencia del estigma, pero también es social, y aquí es fundamental el compromiso que deben adquirir instituciones públicas, medios de comunicación y representantes de la sociedad para evitar instancias que promuevan los estereotipos, los prejuicios y la discriminación hacia los trastornos mentales.
Parafraseando el nombre de una de las campañas españolas para reducir estigma, “1 de cada 4” ha tenido o tiene actualmente un trastorno mental, y esto puede afectar a cualquiera en algún momento.